Crónica Banana City
Luis E. Villegas N
Por la tardecita, conversando se
encontraban el grupo de “mayores”, como les llaman los muchachos. Es común en el pueblo
encontrarlos en la acostumbrada tertulia de la Plaza Bolívar. Paredes decía:-
“Es un grupo de muchachos los que se fueron a trabajar a Colombia”. La frase sonaba cercana, cotidiana, era como
decir: ¡fueron a cortar caña al Jaguey!. - ¡Esos nunca han trabajado!, ripostó Isaías.
Crepusculo yaracuyano, Yaritagua. Venezuela.
En el pueblo esta es una experiencia
nueva, digamos en forma “masiva”; sobre todo de gente joven. Claro que los desplazamientos del pueblo se producían hacia otros estados del país
y no fuera; desplazamiento que era un
ir y venir. Valencia era una de las principales plazas donde se iba a buscar
trabajo, mejores oportunidades; también se elegían lugares distantes, pero esto era
una excepción entre los muchachos del pueblo; como el “niño”, que se perdía por
meses en la zona minera de Guayana y luego venia con “plata” y contando
historias de los mineros que deslumbraban a todos los muchachos.
Hoy en las conversaciones de la
gente del pueblo este universo de migración/emigración esta cada vez más
presente. Hasta podemos hacer gala de un conocimiento nuevo que adquirimos y
que se expresa en nuestro lenguaje actual: “dinámica monetaria”, “movimiento de
bajas y alzas de dólares y pesos colombianos”, “paridad cambiaria”, etc. Y es
que para la gente del pueblo Colombia es la frontera, la línea del horizonte
venezolano llega hasta allí; claro, algunos más atrevidos incursionan más allá,
pero por lo general hasta ahí llegan, allí está “el Dorado”.
La realidad pesa menos que las
expectativas y en ellas están envueltas las esperanzas. Contrastan las noticias
de los medios con las historian que nos cuentan los propios actores, los
viajeros; noticias que vuelan como pólvora por todo el pueblo. “Mariíta” llego a mitad de Diciembre, vistiendo ropa
nueva y zapatos rojos que la hacían destacar desde lejos; sus zapatos “nuevecitos”
representaba ante todos, una especie de anuncio del un triunfo de la muchacha
ante la azorada y sin horizonte vida del pueblo, a la cual se suma la aguda
crisis que vive el país. Estaba en la frontera y vino por navidades. Al
principio durmió en la calle y conoció la ley de los “paracos”; pero luego la
suerte le cambió. Allá llego con su plan de vender jugos y empanadas a los
viajeros, luego que la robaron y la dejaron sin mechero y demás “corotos”,
resistió; cuestión que no hizo su compañera que a la primera se vino a buscar
la seguridad del pueblo a pesar de la necesidad. Se inició en la aventura vendiendo
jugos y luego de “estabilizarse comenzó a lavar carros. Regreso a los seis
meses por vacaciones y se encontró que
la pequeñita que dejó al cuidado de su mamá ya no la reconocía.
Tras la sentencia de Isaías (- ¡Esos
nunca han trabajado!), esta la expectativa de una juventud no conforme con el
horizonte campesino de la vida tradicional del pueblo. Algunos conucos y
conuqueros se reactivaron con la crisis
del país; hoy se está produciendo algunas pequeñas cosechas de maíz, yuca,
caraotas, frijoles... rubros característicos del conuco. Claro está, que más le puedes pedir a un conuco? Volvemos
al esquema de subsistencia. Comenta Ramón: -¿¡Todos esperamos la bolsa del
clap!.
Los jóvenes no contemplan este
horizonte para su vida; aspiran lo que por derecho les corresponde, aún sin el
razonamiento político. El horizonte de su vida no lo encuentran en el pueblo y
salen a buscarlo fuera. Los “mayores” dicen que “nunca han trabajado”; pero el
futuro y su lectura corresponde a otra expectativa de un escenario social más
prometedor, aún con los riesgos al emprender estos caminos para alcanzarlos.
El pueblo (los pueblos) se desplaza a partir
de su juventud. La aparente novedad del desplazamiento es una especie de
diáspora, producto de la crisis venezolana. “El viento mueve la palmera, pero también el movimiento del mar”.
Los pueblos no esperan por “sus representantes”; mientras tanto, en medio de la
aguda crisis, los políticos preparan sus discursos ante la proximidad de las elecciones donde
competirán entre ellos por el poder. Pueblo y gobierno en dos horizontes
distintos, así como en el discurso y el desplazamiento de un pueblo se
evidencia que “el viento mueve a la palmera.
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