jueves, 19 de octubre de 2017

Devenir histórico de la Clase Obrera en la revolución rusa y su impacto en Sudamérica.

A los 100 años de la Revolución Rusa

Luis E. Villegas N.

          
  La revolución rusa se inscribe en el devenir histórico de la Clase Obrera que se anunciara en el seno de las revoluciones proletarias europeas y se expresara a través del Manifiesto Comunista de 1848.

            En el marco de la 1ra Guerra mundial y tras el impacto y consecuencias que ésta ejerciera sobre los pueblos europeos, principalmente en el ruso; los bolcheviques toman el poder y la Clase Obrera afianza su protagonismo histórico. Se ponía de manifiesto, en esta fase de la historia (1848-1917), parte de lo que había señalado Marx en su concepción materialista de la historia: «La revolución burguesa remplazó a la nobleza y la revolución proletaria remplazaría a la burguesía».
 
             A partir de 1917 el mundo ya no sería igual; las sociedades y la historia serán vistas desde la óptica del Movimiento Obrero. La Clase Obrera, en tanto que sujeto histórico, será reconocida como el eje de las luchas en torno a la justicia y la construcción de una sociedad de iguales.  De las revoluciones europeas de 1848 (expresadas en el Manifiesto Comunista) a la revolución rusa median 69 años; período éste donde el capital adquiere nueva fisonomía, se transforma; su expresión política y de conquista pasara de la forma colonial a la imperial.

Con el desarrollo de la revolución industrial, el capitalismo requiere y exige expandirse. Dos fenómenos propios de su desarrollo se van a manifestar; por un lado, la necesidad de crecimiento, materias primas,  mercados, y el control de países periféricos a los centros imperiales de poder; por el otro,  el crecimiento de la Clase Obrera y con ella el surgimiento del Movimiento Obrero, que representa la contradicción de todo el sistema; es decir, su contrario, su oponente, su derrocador.

            El Movimiento Obrero no tomo el poder en Europa; sin embargo, las reivindicaciones por las cuales lucho configuraron  la estructura social y el bienestar de la ciudadanía europea moderna. Es el fruto de la histórica lucha contra el capitalismo salvaje; de allí  surgirá  una cultura, un pensamiento proletario que cruzó toda la sociedad europea y más allá.

            Para el caso de América Latina, el proceso fue radicalmente distinto. Mientras que en Europa la transformación del colonialismo en imperialismo exigía la disolución del modelo estado-nación a fin de crear condiciones para la expansión del capital; en Sudamérica se estaba en pleno proceso de formación de las nuevas republicas.    Era el período de formación y desarrollo de las oligarquías Sudamericanas que se habían apropiado de los frutos de la gesta independentista. Es el período de formación de nuevas relaciones de poder y confrontación social entre los nuevos amos representados en los criollos americanos, por un lado; y por el otro, los sectores indios, negros, campesinos y un naciente proletariado que vendría a formar la base social de esas nuevas repúblicas.

            En el proceso de gestación de la América pos-independentista; la que José Martí  llamaría “Nuestra América!”, la que constituye  el hecho americano actual; es donde emerge tanto la nueva realidad histórica de la negritud sudamericana, como las expresiones indigenistas que conformaran movimientos políticos-sociales que forman parte del desarrollo de la identidad y el pensamiento americano. Proceso que comienzan  a expresarse, con significativa fuerza, durante la primera mitad del siglo XX. Son procesos en plena gestación y desarrollo que serán arropados e influidos  por el fenómeno proletario surgido en 1917 con la revolución de los obreros en la Rusia Zarista.

             América entra al siglo XX con un proceso desigual entre los países que lo conforman. El viejo sueño de los libertadores de una patria grande americana, había quedado atrás. Ahora éramos una suma de países débiles frente al imperialismo con una clase gobernante, oligarca, que se vendía al mejor postor imperial.

            El siglo XIX, particularmente su segunda mitad, es el escenario de la génesis de nuestra identidad americana a través de las expresiones de la negritud y el indigenismo que se manifiestan en el ensayo y la literatura. Tales expresiones fueron barridas por la nueva burguesía que se instala en el poder tras la gesta independentista. Poder que fuera justificado por el desarrollismo y el positivismo, como formas predominantes del pensamiento para la época, bajo el cual nuestros pueblos crecerían tras las huellas de los norteamericanos.

            Otras visiones del mundo, tales como el socialista y el marxismo eran muy reducidas; más aun, con una población analfabeta sometida a extremos de explotación por parte de hacendados,  dueños de minas, etc. que se erigieron en dueños de los países. Sin embargo, la revolución campesina-indígena, que estallara en 1910 en México, haría expresar, tal y como las rebeliones de los negros en el siglo XIX, la más sorprendente manifestación del indigenismo en el escenario social histórico sudamericano.

            También será el siglo XX, donde escritores nuestros buscaran (continuando sus predecesores) interpretar nuestra realidad desde el ángulo de nuestra especificidad americana; así como el lugar que ocupa el negro y lo indígena, principalmente en países donde lo indígena representaba una realidad central: Perú, México Bolivia... Con la revolución de octubre el ideal proletario y el marxismo se despliegan por el mundo y específicamente en nuestro continente. Intelectuales nuestros buscan explicar la realidad, una interpretación de  “Nuestra América” desde la óptica del marxismo. Mariátegui en el Perú será uno de los principales intelectuales que con su “Siete ensayos sobre la realidad peruana” pondría  la interpretación de la realidad de “Nuestra América” sobre otros derroteros.

            Son varios los escritores que encontramos en esta misma dirección, que miran con respeto a Mariátegui, que siguen las pautas del marxismo. Para nombrar sólo algunos filósofos y ensayistas, dejando de lado la gama de literatos: El peruano Hildelbrando Castro Poso (1890-1945) que escribiera “Nuestra comunidad indígena” 1924.  Y  “Del ayllu al cooperativismo” 1936.  En Bolivia Arturo Urclique que escribiera “Comunidad Indígena” 1951. Alejandro Bellapendo con “La cuestión del indio”.  Gustavo Adolfo Navarro. “La justicia del inca” 1934.

            Estos procesos no son más que la continuidad de la construcción de la identidad americana iniciada en el siglo XIX. Procesos que se extenderán en todas nuestras expresiones del arte, la cultura, la política, la filosofía... y que en este contexto estarán marcados, influidos por el marxismo y el contenido proletario de la revolución de Octubre de 1917.

             Proceso que tendrá su expresión y búsqueda en la primera mitad del siglo XX hasta que la segunda guerra mundial configurara un nuevo marco y un nuevo escenario de la conformación del ser americano.

Cambural, Yaracuy. Octubre 2017

1 comentario:

  1. Gracias Luis Enrique por ese aporte. La búsqueda de nuestra propia identidad debe ser el nuevo camino para reencontrarnos con nosotros mismos. Una brecha para que las generaciones venideras sigan caminando. Un abrazo.

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