Luis E. Villegas N.
En el marco de la 1ra Guerra mundial
y tras el impacto y consecuencias que ésta ejerciera sobre los pueblos
europeos, principalmente en el ruso; los bolcheviques toman el poder y la Clase
Obrera afianza su protagonismo histórico. Se ponía de manifiesto, en esta fase
de la historia (1848-1917), parte de lo que había señalado Marx en su
concepción materialista de la historia: «La revolución burguesa remplazó a la
nobleza y la revolución proletaria remplazaría a la burguesía».
A partir de 1917 el mundo ya no sería igual; las
sociedades y la historia serán vistas desde la óptica del Movimiento Obrero. La
Clase Obrera, en tanto que sujeto histórico, será reconocida como el eje de las
luchas en torno a la justicia y la construcción de una sociedad de iguales. De las revoluciones europeas de 1848 (expresadas
en el Manifiesto Comunista) a la revolución rusa median 69 años; período éste
donde el capital adquiere nueva fisonomía, se transforma; su expresión política
y de conquista pasara de la forma colonial a la imperial.
Con el desarrollo de la revolución industrial, el
capitalismo requiere y exige expandirse. Dos fenómenos propios de su desarrollo
se van a manifestar; por un lado, la necesidad de crecimiento, materias
primas, mercados, y el control de países
periféricos a los centros imperiales de poder; por el otro, el crecimiento de la Clase Obrera y con ella
el surgimiento del Movimiento Obrero, que representa la contradicción de todo
el sistema; es decir, su contrario, su oponente, su derrocador.
El
Movimiento Obrero no tomo el poder en Europa; sin embargo, las reivindicaciones
por las cuales lucho configuraron la
estructura social y el bienestar de la ciudadanía europea moderna. Es el fruto de
la histórica lucha contra el capitalismo salvaje; de allí surgirá una cultura, un pensamiento proletario que
cruzó toda la sociedad europea y más allá.
Para el
caso de América Latina, el proceso fue radicalmente distinto. Mientras que en
Europa la transformación del colonialismo en imperialismo exigía la disolución
del modelo estado-nación a fin de crear condiciones para la expansión del
capital; en Sudamérica se estaba en pleno proceso de formación de las nuevas
republicas. Era el período
de formación y desarrollo de las oligarquías Sudamericanas que se habían
apropiado de los frutos de la gesta independentista. Es el período de formación
de nuevas relaciones de poder y confrontación social entre los nuevos amos
representados en los criollos americanos, por un lado; y por el otro, los
sectores indios, negros, campesinos y un naciente proletariado que vendría a
formar la base social de esas nuevas repúblicas.
En el
proceso de gestación de la América pos-independentista; la que José Martí llamaría “Nuestra América!”, la que
constituye el hecho americano actual; es
donde emerge tanto la nueva realidad histórica de la negritud sudamericana,
como las expresiones indigenistas que conformaran movimientos políticos-sociales
que forman parte del desarrollo de la identidad y el pensamiento americano. Proceso
que comienzan a expresarse, con
significativa fuerza, durante la primera mitad del siglo XX. Son procesos en
plena gestación y desarrollo que serán arropados e influidos por el fenómeno proletario surgido en 1917 con
la revolución de los obreros en la Rusia Zarista.
América entra al siglo XX con un proceso
desigual entre los países que lo conforman. El viejo sueño de los libertadores
de una patria grande americana, había quedado atrás. Ahora éramos una suma de
países débiles frente al imperialismo con una clase gobernante, oligarca, que
se vendía al mejor postor imperial.
El siglo
XIX, particularmente su segunda mitad, es el escenario de la génesis de nuestra
identidad americana a través de las expresiones de la negritud y el indigenismo
que se manifiestan en el ensayo y la literatura. Tales expresiones fueron
barridas por la nueva burguesía que se instala en el poder tras la gesta
independentista. Poder que fuera justificado por el desarrollismo y el
positivismo, como formas predominantes del pensamiento para la época, bajo el
cual nuestros pueblos crecerían tras las huellas de los norteamericanos.
Otras
visiones del mundo, tales como el socialista y el marxismo eran muy reducidas;
más aun, con una población analfabeta sometida a extremos de explotación por
parte de hacendados, dueños de minas,
etc. que se erigieron en dueños de los países. Sin embargo, la
revolución campesina-indígena, que estallara en 1910 en México, haría expresar,
tal y como las rebeliones de los negros en el siglo XIX, la más sorprendente
manifestación del indigenismo en el escenario social histórico sudamericano.
También
será el siglo XX, donde escritores nuestros buscaran (continuando sus
predecesores) interpretar nuestra realidad desde el ángulo de nuestra
especificidad americana; así como el lugar que ocupa el negro y lo indígena,
principalmente en países donde lo indígena representaba una realidad central:
Perú, México Bolivia... Con la revolución de octubre el ideal proletario y el
marxismo se despliegan por el mundo y específicamente en nuestro continente.
Intelectuales nuestros buscan explicar la realidad, una interpretación de “Nuestra América” desde la óptica del
marxismo. Mariátegui en el Perú será uno de los principales intelectuales que
con su “Siete ensayos sobre la realidad peruana” pondría la interpretación de la realidad de “Nuestra
América” sobre otros derroteros.
Son
varios los escritores que encontramos en esta misma dirección, que miran con
respeto a Mariátegui, que siguen las pautas del marxismo. Para nombrar sólo
algunos filósofos y ensayistas, dejando de lado la gama de literatos: El
peruano Hildelbrando Castro Poso (1890-1945) que escribiera “Nuestra comunidad
indígena” 1924. Y “Del ayllu al cooperativismo” 1936. En Bolivia Arturo Urclique que escribiera
“Comunidad Indígena” 1951. Alejandro Bellapendo con “La cuestión del
indio”. Gustavo Adolfo Navarro. “La
justicia del inca” 1934.
Estos
procesos no son más que la continuidad de la construcción de la identidad
americana iniciada en el siglo XIX. Procesos que se extenderán en todas
nuestras expresiones del arte, la cultura, la política, la filosofía... y que
en este contexto estarán marcados, influidos por el marxismo y el contenido
proletario de la revolución de Octubre de 1917.
Proceso que tendrá su expresión y búsqueda en
la primera mitad del siglo XX hasta que la segunda guerra mundial configurara
un nuevo marco y un nuevo escenario de la conformación del ser americano.
Cambural, Yaracuy. Octubre 2017
Gracias Luis Enrique por ese aporte. La búsqueda de nuestra propia identidad debe ser el nuevo camino para reencontrarnos con nosotros mismos. Una brecha para que las generaciones venideras sigan caminando. Un abrazo.
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