Genealogía del Ser Americano I.
Micro-ensayo. Luis E. Villegas N.
Audio y Texto.
A
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decir verdad, el título que le correspondería
a estas notas tendría que ser algo así como: “Capítulo tal. Donde se cuenta la
llegada clandestina de Don Quijote a América; embarcado en nave, desde los puertos de España a sus reinos de ultramar y transportado como
simple material de contrabando; así como también se trata, de otras
disquisiciones relativas al tema.
Tenemos pues, que Don
Quijote llega a América como contrabando, como artículo no registrado en la
administración de la Corona.
Don Quijote es un subversivo que, a pesar de las prohibiciones, llega a tierras americanas. En nuestra nota anterior, “La primera novela hispanoamericana”, dijimos que nuestros escritores buscaban encontrar su identidad en el hecho americano, problema característico de la época, y que lo continúa siendo hasta hoy. A pesar del rechazo a la corona, que podemos entender como producto del fenómeno de autoafirmación; nuestros escritores no podían escapar a la influencia de autores y géneros españoles. La presencia del Quijote en América, en tanto que obra literaria española, contradecía los medios de dominación ideológica utilizados por la corona. El Quijote vendría a representar el icono de la justicia y la libertad, así como impulso al desarrollo de la literatura y en particular de la novela hispanoamericana; en el contexto de la censura y prohibición a que fuera sometido este género literario. La novela hispanoamericana nace a comienzos del siglo XIX, y lo tardío de su aparición, entre otros aspectos político-ideológicos, se encuentra las prohibiciones de los reyes españoles dirigidas a evitar que los pobladores de las colonias, pudieran leer “obras de imaginación”. Es ilustrativo para mostrar este hecho, la “Cedula Real del año 1543 que firmara el hijo del Emperador Carlos V; Felipe II, ante la ausencia temporal del padre; veamos:
Don Quijote es un subversivo que, a pesar de las prohibiciones, llega a tierras americanas. En nuestra nota anterior, “La primera novela hispanoamericana”, dijimos que nuestros escritores buscaban encontrar su identidad en el hecho americano, problema característico de la época, y que lo continúa siendo hasta hoy. A pesar del rechazo a la corona, que podemos entender como producto del fenómeno de autoafirmación; nuestros escritores no podían escapar a la influencia de autores y géneros españoles. La presencia del Quijote en América, en tanto que obra literaria española, contradecía los medios de dominación ideológica utilizados por la corona. El Quijote vendría a representar el icono de la justicia y la libertad, así como impulso al desarrollo de la literatura y en particular de la novela hispanoamericana; en el contexto de la censura y prohibición a que fuera sometido este género literario. La novela hispanoamericana nace a comienzos del siglo XIX, y lo tardío de su aparición, entre otros aspectos político-ideológicos, se encuentra las prohibiciones de los reyes españoles dirigidas a evitar que los pobladores de las colonias, pudieran leer “obras de imaginación”. Es ilustrativo para mostrar este hecho, la “Cedula Real del año 1543 que firmara el hijo del Emperador Carlos V; Felipe II, ante la ausencia temporal del padre; veamos:
“... sabed que de llevarse a dichas indias
(América) libros de romance (novelas) y materias profanas y fábulas así como
son los libros de Amadis y otros de esta calidad de mentirosas historias se
siguen muchos inconvenientes; porque los indios que supieren leer, dándose a
ellos dejaran, los libros de sana y buena doctrina... así podría ser que
perdiesen la autoridad y crédito de nuestra Sagrada Escritura y otros libros de
doctores santos...”
A pesarlos de las prohibiciones los “libros
subversivos” llegaban a las indias. Historiadores acuciosos dan cuenta que en
naves que zarpaban para las colonias, desde los puertos españoles, en fecha de
1850, transportaban libros de imaginación. Estudiosos del tema afirman que casi
toda la primera edición del Quijote (alrededor de 700 ejemplares) fue vendida
clandestinamente al nuevo mundo. Dentro de algunos países que la recibieron
están: Colombia (100 ejemplares); Ecuador y Perú (84 ejemplares). Hay información abundante
sobre las impresiones del libro y su comercio con las indias, pero baste para
nosotros esta referencia.
Así como éste, y otros
dictámenes similares de la Corona Española, se publicaron en la época, y el
objeto no era otro que cuidar y resguardar la estructura ideológica del régimen
colonial. Resulta interesante ver que la
literatura, la letra, la palabra, cobraban una importancia vital para el
mecanismo ideológico. Del texto podemos resaltar una frase se nos muestra ilustrativa respecto al
punto: “...así podría ser que perdiera la autoridad y crédito de nuestra
sagrada escritura”. Se reafirma la religión, el cristianismo, como vehículo
ideológico de control político, de prisma a través del cual se ve la realidad,
todo en función del resguardo de los
intereses del a Corona Española. Resulta interesante constatar la visión de los
censores del régimen. Potencialmente una obra de imaginación podía desembocar
en otro paradigma social, en otro entramado ideológico, desde donde se
concebiría al mundo y la sociedad. ¡Los censores estaban claros, por decir
así! En este contexto, Don Quijote
vendría a representar la subversión del orden instituido en América. La
estructura del pensamiento medieval representaba un orden jerárquico y vertical
donde estaban preestablecidas la verdad y las verdades y correspondía a un
grupo de privilegiados el saber leer las escrituras y trasmitir lo que ellas
decían; nos estamos refiriendo a la casta sacerdotal que en esa estructura de
gobierno le correspondía un lugar
preponderante. La novela de imaginación venía a minar la sólida estructura
ideológica que sostenía al régimen; más aún, no sólo las historias falsas que
se podían contar (recordemos que la verdad establecida era una y sólo una),
sino que se introducía, además, “la locura
quijotesca” en un clima político- social de una rigidez extrema, con su santo
oficio y demás instrumentos, para hacer entrar en cintura cualquier mínima
desviación. Recordemos que bajo otra estética y estilo, Erasmo de Rotterdam
(1467-1536), el humanista, había escrito
su “Elogio de la locura”, con toda la formalidad de un filósofo de escuela; más
el Quijote, en una especie de autodidactismo, con sabor y sentido de pueblo,
con su ironía y chispa popular, vendría a irrumpir toda la sacrosanta sabiduría
y contribuir a la derrota del régimen colonial.
Hablar del pensamiento
es hablar de la filosofía; todo intento de ordenamiento del pensamiento, de la
realidad, implica abordaje de la filosofía. Pensarse a sí mismo implica la
filosofía; por tanto, nuestros escritores en su empeño de encontrar su propia
fisonomía, su propia identidad, en tanto que americanos frente a los otros,
estaban implicados, quiérase o no, en la
construcción de un pensamiento, dentro de lo que podríamos llamar genuinamente
americano. Los europeos erigieron su civilización en base a la razón y la
religión cristiana; a ese mundo nos incorporaron a pesar que los americanos
“éramos otra cosa”; a pesar que teníamos nuestra propia dinámica y visión del mundo que se había forjado
en una otra civilización donde existía,
radicalmente, otro modo de abordar la vida. Se nos incorpora a la civilización
como mano de obra gratis; como proveedores de materias primas, se nos
incorpora, a lo que se definirá más tarde como occidente, por la necesidad de
la expansión de los territorios y materias primas que serán las condiciones
necesarias para el impulso del capitalismo con su revolución industrial. Los
europeos hicieron su filosofía, es decir, su modo de entender el mundo, a
partir de la matematización de la naturaleza; de su dominio, conquista y
control. El americano, por su historia, por su «crac civilizatorio», por su
civilización derrotada, por su manera de entender el mundo y la naturaleza, por
su interrogante de quienes somos; tiene un punto de partida para interrogarse
frente al mundo totalmente distinto al europeo. La imaginación, el mito, su
panteísmo religioso, hacen que el camino del pensamiento americano cruce por
otros senderos distintos al de los europeos.
La
significación del Quijote para el americano, para su historia, para su
pensamiento, tiene una connotación específica y original. Podemos decir que el
Quijote es una obra Universal; más el hecho de la Universalidad no implica
homogenizar la vida humana (matematización de la naturaleza) y con ello negar
el carácter particular y propio con que cada pueblo hace sus lecturas de la
realidad. El Quijote entra clandestino a América y se incorpora al proceso de
erigir un continente en su cultura, pensamiento y cosmovisión; atributos propios
de aquello que denominamos “El Ser Americano”.
Quijote clandestino en América. La picardía del pueblo frente al pensamiento académico.
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