Luis .E. Villegas. N
Cambural,
Yaracuy, Marzo 2017.
Una tríada narrativa emerge en el siglo XIX,
creciendo, expandiendo sus frutos por
todo el continente sudamericano. Tríada que viene a representar un punto de
partida de la larga historia del hecho americano; emergencia de una identidad
que surge ante la conformación de un nuevo mundo.
El título con que caracterizaron los críticos este hecho es muy significativo;
le da una connotación especial, casi mitológica: “La primera novela....” y
luego le añaden el apellido: hispanoamericana, antiesclavista, indigenista.
Especificaciones temáticas que nos remiten al centro de nuestra problemática
identitaria. Tenemos así, entonces, una
tríada de la identidad sudamericana expresada en la novela.
Estas narrativas están representadas en espacio, tiempo y autores por: el
mexicano José Fernández de Lizardi (1776-1827) con su novela “El periquillo
sarniento” (1816). La poetiza cubano-española Clotilde Gómez de Avellaneda
(1814-1873) y su novela “Sab” (1841); la peruana Clorinda Matto de Turner
(1852-1909) con “Aves sin nido” (1889). Obras que emergen en momentos
históricos precisos del siglo XIX, cuya manifestación antropológica serán las
razas; principalmente la india, la negra, la blanca; que como material
amalgamado, formará aquello de lo que está hecho el hombre americano.
“No heredamos una lengua, tuvimos que apoderarnos de ella”; decía Willian
Ospina, el colombiano que ganara el premio de novela Rómulo Gallegos, con su
novela de corte histórico, “El país de
la canela”, en el 2009. Se refería a la
palabra como fenómeno fundador de realidad, tomando como referencia a Juan de
Castellanos, poeta que a lo largo de 30 años escribió y describió este continente
en un largo poema.
Juan de Castellanos no escribió para la
corte y sus cortesanos; su modelo, su estilo no podía ser aceptado por aquellos
escritores que lo hacían para la corte. Su palabra, su poesía no cabía entre
esos hombres cultos. Castellanos necesitó golpear, fracturar el lenguaje para
poder registrar en la palabra escrita lo
que era esta tierra. En ese lenguaje no se podía expresar chinchorro, anaconda,
curiara, hamaca, guacamaya.... Era la
creación en la fractura de un lenguaje que se hacía imperativo para nombrar la
vida de este continente; imperativo para la fundación de una realidad
imperante, emergente. Resurgimiento del ser frente a la naturaleza, gestación
de la identidad americana.
La
palabra, y en especial la palabra escrita, contiene el acto de representación
de un mundo propio, un mundo que se funda y se constituye en el hecho de
nombrar. Ya Wittgenstein (1889-1951) lo había planteado: “Lo que no puede
nombrarse no existe”; por tanto; el hecho de la parición de una narrativa que
nos expresa como sudamericanos blancos, indios, negros, viene a representar la
expresión, la salida de un proceso político, social, ideológico, que se vino gestando en nuestra historia
americana.
La aparición de una literatura, en un
primer momento denominada hispanoamericana y luego sudamericana, con su actual mayoría
de edad, viene a representar la evidencia “clara y distinta” de la conformación
de un pueblo como entidad cultural, con su expresión social, política,
ideológica. Podríamos decir que este hecho tiene un carácter extraordinario, es
de una profunda significación histórica, en tanto que hecho social, filosófico,
que se le pueda reconocer a un pueblo.
La cultura emerge como proceso de pueblo y en
tanto que tal se le alimenta, se le cultiva. En este sentido, si bien es cierto
que el siglo XX sudamericano es la expresión de lo que se gesto en el XIX; así el
camino recorrido por nuestra literatura ha sido un proceso complejo, tortuoso y
difícil que implicó e implica definiciones en tanto que pueblos nuevos. Somos
pueblos en formación, sin demasiada tradición literaria y en muchos casos
subordinados al canon Occidental estético literario.
Situándonos frente a estos tres momentos históricos, que tiene que ver con
nuestra literatura, nos encontramos que como puntos referenciales son
indicadores de los elementos del proceso por donde cruzó y cruza nuestra
«palabra» y la reflexión sobre nosotros y nuestra identidad.
Con Lizardi el hecho literario nace en el marco de la lucha contra el
colonialismo español; pasa por una fase del periodismo y luego como literatura.
Surge aquí la paradoja que la novela fue el vehículo para hacer pasar ante la
censura de la inquisición las ideas libertarias y reformadoras. En el
“Periquillo Sarniento” encontramos el planteamiento de la utopía social
moderna.
Con la Avellaneda convergen la vida en la Cuba de los esclavos y la España del
romanticismo de mitad del siglo XIX. Una
visión desde dentro y a distancia de la realidad social cubana, y por qué no,
de la hispanoamericana, es con la que ve nuestra autora. Otro factor importante
al contexto lo encontraremos en las actividades del grupo de la Tertulia
Literaria de Domingo del Monte, cuyos vínculos con el movimiento
anti-esclavista Ingles, fue un factor impulsor de la dinámica literaria
anti-esclavista desarrollada en el período.
La expresión indigenista nace mucho más tarde, se da en el Perú con Clorinda Matto de Turner. El
contexto político social viene marcado por una profunda frustración que dejara la derrota en la Guerra del
pacífico contra Chile, con la consecuencia de pérdida de territorio. El clima estaba marcado por el
imperativo de recuperación de la
dignidad patria y la reconstrucción a través de un proyecto político ideológico
que produjera el modelo de una sociedad fuerte, estable y estructurada
modernamente. El indio, que conforma la mayoría de la población fue a la guerra
sin saber por qué ni por quién peleaba y moría. Este contexto de posguerra es
el de la novela “Aves sin nido”. El indio segregado, como la mujer marginada y
la educación como eje de un proyecto reformador que los incluyera será el
planteamiento de nuestra autora.
Tres contextos históricos, tres autores, tres primeras novelas sudamericanas que
representa un punto de partida (entre otros) para la comprensión de nuestra identidad
sudamericana. El siglo XX no será más que los desarrollos de estas expresiones
de nuestra identidad, enmarcados en un mundo donde la expansión imperialista
como desarrollo del capital y su contraparte con la revolución rusa que hace
emerger al proletariado mundial, representará el marco de desarrollo de nuestro
proceso identitario, en busca de la construcción de una sociedad con los rasgos
de nuestro cultura americana.
Empecé a leer estos tres libros que nos ayudan a entender de dónde venimos y como desde una historia de vida se hace la transición de la oralidad a la escritura. Así descubro al periquillo sarmiento.
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