Luis E.
Villegas N. / Blog N° 6-15
La dinámica literaria que se desarrolla en la Cuba de finales de la primera
parte del siglo XIX, es donde inscribe la actividad de la «Tertulia Literaria»
de Domingo del Monte. Tuvo como característica, lo político, en cuanto a la
lucha anti-esclavista, y lo literario
como expresión y denuncia de las condiciones del negro esclavo.
El vínculo entre estas dos categorías generó una perspectiva
genuina de la expresión literaria sudamericana y su desarrollo se enmarca en el
amplio horizonte en que la literatura en general se despliega. Abordamos un
primer esbozo de la reflexión sobre este aspecto de la narrativa costumbrista y
su valoración como vehículo de expresión de la cotidianidad histórica de
nuestros pueblos. .
Captar lo
real es una cuestión compleja. Por lo general la realidad no se nos presenta de
manera “clara y distinta”, como señalaba R. Descartes. La imagen que de la
realidad nos formamos varía según los objetos pertenezcan al ámbito de la
naturaleza, a lo social o al hecho
humano.
En la
literatura de la negritud tenemos dos componentes que la conforman, si podemos
decir así; por un lado, el hecho político social-ideológico de la situación del
negro esclavo y por el otro, el desarrollo de una narrativa que aborda el hecho
de la negritud como tema o sujeto de la narración. Aquí la polémica es amplia y
diversa.
Las primeras
primera manifestaciones de la literatura las encontramos en la prensa. Junto al
periodismo aparecen relatos sobre la vida cubana y su cotidianidad; son
escritores denominados costumbristas que abordan distintos temas de la vida
cubana a través de las cuales se manifestaba la realidad cotidiana.
La historia
de la literatura registra esta tendencia literaria como
predominante en la época. Uno de los primeros costumbristas que marcó pauta en
el género fue Ramón Palma (1812-1860). Sus artículos fueron publicados en la
revista “Álbum (1838) entre los cuales se encuentran: El cólera en la Habana ”; “Una pascua en San
Marcos”.
Por lo
general éstos artículos publicados en la prensa eran relatos breves que a
juicio de los críticos, su contenido tenía “una imagen policromada de lo más
externo y superficial”. Sin embargo; a pesar de esta afirmación de los
críticos, encontramos en su lectura que
los cuadros mostraban escenas cotidianas de la vida cubana a través de los cuales
emergía la realidad social y política; aun cuando no fuera éste el propósito
del escritor; es decir, el hecho descrito
trascendía la intensión del narrador.
Algunos escritores costumbristas, que representaban las
excepciones, abordaban algunos problemas sociales importantes; uno de ellos era
Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866); “cuyo afán era ir a lo sustancial en
los hábitos y los usos tradicionales”: firmaba bojo el seudónimo “El lugareño”.

El género
novela que recoge la vida del negro que va emergiendo en la época tiene el
carácter costumbrista. “Sab”, considerada la primera novela anti-esclavista
cubana y sudamericana, escrita por la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda,
aunque tiene otros matices románticos, no
escapa a la descripción del paisaje en su sentido costumbrista. De la
época resaltamos las novelas: “Francisco del escritor Anselmo Suárez y Romero
(1818) y “Mi tío empleado” (1886) del escritor Ramón Mesa (1861-1911). Una
tercera novela, entre las varias que se escribieron es “Cecilia Valdez o la
loma del Ángel”, cuyo análisis requiere de un tratamiento aparte, dado su
proceso de elaboración. Primero aparece como cuento de veinte páginas
aproximadamente, luego trasformada y
editada, y por último en una versión
definitiva, re-escrita en su exilio de EE.UU.,
sufrió un proceso de cuarenta años hasta publicarse en 1882. (Edición
Neoyorquina).
Esta
emergencia de la expresión del negro en la literatura y su manifestación, en
tanto que escritura propia del ser americano, comienza a darse, primero a
partir de la gestación de la independencia; es decir cuando fuimos denominados
hispanoamericanos, y luego de la independencia como Sudamericanos, cuando el
continente adquiere su compleja identidad y su propia fisonomía distinta de la
española. Habrá que esperar hasta 1882 cuando el poeta colombiano Candelario
Obeso escriba “Cantos de mi tierra”, considerada la primera poesía negra,
escrita por negro, fundadora del género de una genuina literatura negra.
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