martes, 1 de agosto de 2023

Propedéutica filosófica

Apuntes de filosofía.
Transitar el territorio de la filosofía    

Luis E. Villegas N.

 

Existe una diferencia radical entre ciencia y filosofía, así como de las otras disciplinas. En su gestación y desarrollo la filosofía, en unos casos las contuvo y en otros debió convivir con ellas manteniendo su especificidad.

En sus orígenes la filosofía nace en el contexto del mito y la religión; luego emerge como filosofía de la naturaleza, de los cuales uno de sus frutos será, precisamente, la ciencia. Luego se volcó hacia el hombre en su mismidad, en un sentido más allá de lo estrictamente antropológico; luego su desarrollo estará caracterizada por la reflexión que conjuga, tanto al hombre, como a su realidad externa.

Hoy, pues, la filosofía se distingue de la religión y de las otras disciplinas, tanto científicas, como los llamados saberes populares. Su saber es genuino, original, independiente. Este hecho hace que sea una disciplina que implica al que la ejerce, de tal manera que le distingue de los que ejercen las otras.

Transitar el territorio de la filosofía exige a los que buscan “descubrir” el mundo y sus manifestaciones, desde una experiencia filosófica, unas condiciones específicas frente al modo de conocer; así como plantarse frente al mundo y sus diversas expresiones.

Las líneas que siguen esta dedicadas aquellos que han tenido o tienen la intuición de acercarse a esta disciplina. A todos aquellos que les nace, tal y como escribieron los griegos, un «amor a la sabiduría»

El presente artículo es una reflexión en torno a la filosofía, en tanto que saber racional, que pone en evidencia elementos o condiciones que implican “transitar el territorio de la filosofía”.  Su contenido está recogido de los diversos manuales de filosofía, ya clásicos. Es, pues, una reflexión dirigida a aquellos que inician este extraordinario mundo del saber humano.

1. Vivir la filosofía

¡Filosofía!... ¿Qué es Filosofía?... Término  enigmático, que nos seduce, principalmente, cundo estamos jóvenes.

Emerge en ese impulso vital que nos lanza a conquistar la vida. Nos seduce allí  donde la realidad nos impele a marchar por la inexorable vía que conforma la vida.

Representa el hecho vital, crucial, que se nos presenta en nuestra existencia como desafío. Abordamos el camino aún desconociendo las complejidades del recorrido futuro; sin embargo, sus formas las intuimos.

Intuitivamente  buscamos apertrecharnos, con nuestro morral de viaje, con herramientas que, aún cuando no las sepamos usar, pretendemos que ellas nos permitan aclarar el camino; entre ellas destaca la filosofía. Buscamos pues, como desentrañar esa realidad que se nos viene encima.

Las preguntas en torno a la filosofía son diversas, distintas;  más todas desembocan en una: ¿Qué es filosofía? Pregunta que ha emergido en distintas épocas y ha ocupado a varias generaciones.  Intentemos una aproximación a ella.

Es una  pregunta, cuya respuesta siempre dejó insatisfecha la definición que requería aquello por lo que se interrogaba. Es una pregunta cuya respuesta requiere, como condición de búsqueda, una vivencia. Dicho de otra manera, implica al sujeto que pregunta una condición de «vivencia filosófica»

Encontramos, en este desandar de caminos filosóficos, la reflexión de Deleuse y Guattari en un libro, escrito a cuatro manos, que titularon: « ¿Qué es la filosofía?». Comienzan planteando: «Tal vez no se pueda plantear la pregunta ¿Qué es filosofía? hasta tarde, cuando llegan la vejez y la hora de hablar concretamente».

Es una frase lapidaria que solamente puede ser expresada por aquel que ha recorrido un largo camino; tal vez sea la voz del que tiene el cuerpo curtido por el sol que azota al viajero en el camino.  Es una frase de la adultez  de aquel del que asumió la condición de “existencia filosófica”.

Pero visto desde la otra esquina, no ya como el que ha hecho el largo recorrido, llevando la cuestión a cuestas; sino desde el que inicia el camino, del que comienza su andar interrogándose frente al mundo; es decir, desde el espacio de juventud.

 Además, agreguemos, del que se interroga desde el espacio sudamericano que lo hace en sentido opuesto a los presocráticos cuando se preguntaban “de que está hecha el”; mientras que nosotros, Sudamericanos preguntamos por nuestra identidad.

Entonces la formulación es diferente, aunque conduzca al mismo lugar. El sentido de la pregunta se nos presenta también a modo de proceso pedagógico de aprendizaje, frente al otro y a la mismidad, fruto de una historia colonial.

La pregunta ¿Qué es filosofía?, además de interpelarnos la vida, la leímos en manuales de filosofía que escribieron  nuestros clásicos maestros españoles llegados a la América tras las circunstancias político-sociales que vivieran en Europa. Nos referimos a José Gaos en México, o  Rodolfo Mondolfo o García Morente en Argentina, así como tantos otros que ocuparon plazas en las universidades Latinoamericanas.

Esos clásicos manuales de filosofía, que se escribieron en la época nos decían: «Filosofía es algo que el hombre hace, algo que siempre ha hecho» Ese algo que se anunciaba estaba lleno de premonición, de expectativa, de sentido por descubrir,  imágenes que impregnaban  nuestro ser, que envolvía nuestra existencia. Así pues, a partir de un proceso metodológico-pedagógico fuimos descubriendo ese «hacer» que nos llevaba  a la cuestión que ocupa a lo que llamamos filosofía y su definición.

Hay una condición para el filosofar. La filosofía no es una mera condición abstracta, no es un ejercicio libre del capricho del pensamiento. Tiene  sus condiciones y su originalidad. Decían y escribieron  en los manuales los maestros: la filosofía exige una experiencia vital en torno de sí. La condición para abordar una definición de Filosofía es que hay que hacer filosofía para poder definirla, antes no. Dicho de otra manera;  hay que estar involucrado en su que-hacer, tener una vivencia, una experiencia existencial de búsqueda que puede permitirnos comprender.  

Aclaremos el término vivencia que comenzamos a emplear. “Se entiende por vivencia aquello que siendo un contenido producto de la experiencia vital, se  constituye en parte de nuestra psiquis; representando el contenido material de aquello que estamos sintiendo”.

Por ello decimos, una vivencia filosófica nos implica profundamente. De allí que diferenciemos lo que es una idea, o representación de una cosa, o concepto; y otra, ponerse frente al objeto e interrogarse frente a él; es decir,  vivirlo.

Es en este sentido como debemos entender cuando hablamos de «vivir la filosofía» Esto representa una condición esencial para apropiarnos de las ideas o esquemas con que aprehendemos la realidad. Podemos decir que «la realidad filosófica es proporcional a su vivencia» De aquí se explica aquello que muchas veces oímos decir, que en Filosofía no hay filósofos precoces, como si pueden hallarse en otras disciplinas del saber, como por ejemplo las matemáticas.

Cerramos este espacio resumiendo no se puede definir la filosofía mientras no hayamos hecho filosofía, mientras no hayamos filosofado.  La condición para ello es haber tenido una vivencia con la Filosofía. Esa vivencia nos trasforma, nos crea una actitud que hace que en el análisis nos vinculamos y reconocernos el sujeto del filosofar, más allá de una simple abstracción o concepto.

De allí que en esta perspectiva del conocer que nos crea la inquietud por el conocimiento a fondo de las cosas;  perspectiva del conocer que le hace diferente a las otras disciplinas, podamos llamarla, en esta primera fase, tal y como la llamaron los griegos, «amor a la filosofía».

 

2.  El saber filosófico

El «amor a la sabiduría» fue la definición de filosofía que los griegos dieron a un saber que emerge entre los hombres, a partir de la inquietud frente al mundo que le impele  descubrir el mundo, la naturaleza y a sí mismo.

Llegar a ese saber implicaba una búsqueda a través de una vivencia en la filosofía. Este proceso, definido así, representó una primera etapa en la historia del conocimiento que se denominó «amor a la sabiduría»  .

Fue una primera definición del saber filosófico que se erigía en la civilización griega. Período representado por los primeros hombres que concibieron el saber de manera distinta al paradigma del mito. Entre ellos encontramos a los historiadores  Herótodo  y Tucídides, y luego los filósofos presocráticos.

Herótodo (484-420) a JC., considerado el Padre de la Historia, distinguía la oposición del mundo bárbaro, representado en los egipcios, medos y persas, respecto al mundo griego. Tucídides (465-420) a JC., nos narra, en sentido histórico, la guerra del Peloponeso buscando sus causas; y los Pre-socráticos  se preguntaban “de que esta hecho el mundo”, dando paso a la filosofía de la naturaleza.

Fue una nueva manera de ver y representar la historia, fue un saber que indaga el universo, un saber que representa una cosmología. Un saber  que se distancia del saber basado en las referencias mitológicas. Este cambio de giro supuso el imperativo de reflexionar en torno al saber y sus fundamentos. Tenemos pues que la filosofía pasa de la definición del «amor a la sabiduría»  a buscar que es el saber mismo.

Esto supuso pues, que había que dilucidar lo que se entendía por el saber y los tipos de saberes. Hay muchas clases de saberes, así como también se adquieren de diferentes formas. Los profesores clásicos de filosofía llegados a Sudamérica nos dicen: “el saber que todos tenemos sin haber aprehendido ni reflexionado sobre nada. Hay saber que adquirimos cuando buscamos.  También hay un saber que encontramos sin haberlo buscado. Hay un saber que no tendríamos jamás sino lo buscamos y que si no lo buscamos no lo tenemos”.

Para la definición de filosofía es entonces el saber el que ahora ocupa el  centro de la cuestión o pregunta. El saber, en tanto que saber, como objeto de reflexión sobre el saber mismo, transforma entonces esa primera definición de filosofía 

Tenemos pues que la filosofía pasa de la definición del «amor a la sabiduría»  a buscar que es el saber mismo. Por tanto, la pregunta ¿Qué es la filosofía? Se transforma en ¿Qué tipo de saber es el saber filosófico?

Tenemos pues, una diversidad de sentidos que suelen ser expresiones que contiene el término saber. Esta cuestión implicó la reflexión sobre el saber llegando a concluir que hay un conocimiento fundado en la simple opinión y hay otro fundado en la razón. Este hallazgo va a ser fundamental en todo el desarrollo de la civilización occidental.

Platón abordará en su filosofía esta distinción, elaborando sus categorías Doxa u opinión y ciencia o conocimiento fundamentado como condición para alcanzar la verdad. Opinión se opone a ciencia, en términos de establecimiento de lo que representa la verdad. Opinión se define como todo conocimiento que no incluye garantía de su propia validez; cuestión opuesta  a ciencia, cuya sentencia es soportada en base a criterios analíticos y demostrativos de su validez.

Esta polémica entre  opinión y ciencia, ocupó un espacio importante en la historia de la filosofía, la cual contribuyó al avance en torno al desarrollo del conocimiento y la ciencia, superándose el carácter mítico del conocimiento.

Platón utilizó el término opinión (Doxa) en varios sentidos. Doxa como apariencia; Doxa como opinión que se contrapone a ciencia o saber verdadero. También emplea “recta opinión”, como saber común y corriente, que se orienta a las apariencias y no a las realidades.

En el período surge la sofistica como filosofía, con lo cual se agudiza la confrontación entre y opinión y ciencia. Protágoras será uno de los filósofos  que planteará que “la verdad es la medida del hombre”, con lo cual introduce el sentido de la relatividad en el conocimiento.

Resumiendo este apunte, diremos entonces que la filosofía ya no se define como «amor a la sabiduría», como tampoco un saber general. Tenemos pues, que el saber filosófico es aquel que adquirimos después de haber buscado. Es decir,  después de haber intencionalmente y metódicamente buscado el saber. Búsqueda que hemos recorrido, no der cualquier manera, sino a partir de un Método, que nos lleva por caminos específicos del análisis, aplicando determinadas funciones mentales en nuestra investigación.

3. El Método en filosofía

La especulación filosófica requiere, como en toda disciplina que implica investigación, de un Método para llevar a cabo su labor. La filosofía se diferencia en su que-hacer de las otros saberes. Requiere de un Método propio que se ajuste a su propia dinámica y especificidad.

Este método es único, en cuanto a la exigencia que tiene frente al que pretende hacer filosofía. La pretensión de hacer filosofía, de abordar la especulación filosófica requiere, más que un procedimiento o esquema, seguir una actitud o disposición de ánimo, para emprender dicha tarea. Ambas perspectivas contienen el Método en Filosofía. Las líneas que siguen abordaremos el problema del Método, principalmente en este segundo aspecto.

Las expresiones del filosofar y los filósofos se nos presentan de manera diversa. De  hecho, según cada filosofía el método lo podemos observar en los diversos filósofos y sus filosofías: En Sócrates es la Mayéutica.  En Platón es la Dialéctica. En Aristóteles es la Lógica. En la Edad Media fue la Disputa. En Descartes es la trascendencia y la inmanencia., etc., etc. El Método en Filosofía no es igual a la ciencia. En ciencia el rasgo predominante de la disciplina es la demostración, mientras que en filosofía es mostración.

La cuestión del Método sigue la misma exigencia que la definición de filosofía, que ya vimos: No se puede definir el Método en filosofía si no se ha tenido la experiencia del filosofar. Esta experiencia filosófica es condición necesaria para alcanzar una definición; no en sentido externo, sino que implica al hombre  que reflexiona.

Las condiciones exigidas para abordar la reflexión a partir del Método acorde con la filosofía, implica lo que históricamente se ha llamado “La disposición de Ánimo”, dentro de la cual encontramos dos elementos centrales: La Admiración y El Rigor.

3.1. Disposición de Ánimo.

 Como ya hemos dicho, esta es una exigencia del que-hacer filosófico que se nos exige para entrar en el territorio de la filosofía. Ello se expresa como sigue:

«Tener en nuestro estado, en tanto que persona, una disposición infantil, frente al mundo y sus manifestaciones».

Esto quiere decir que debe poseer una actitud o postura que denominamos disposición de ánimo para el filosofar que nos debe llevar  a: Percibir y Sentir la realidad en sus distintas manifestaciones tales como lo sensible, el mundo de los objetos ideales , los problemas, los misterios…

3.2. La Admiración

El filósofo debe Admirarse de todo, esto quiere decir:

* sentir profundamente lo arcano, el misterio  Admirarse de Todo.

 

 *Plantarse ante el Universo y el propio ser humano con un sentimiento de estupefacción, Admiración, Curiosidad Insaciable.

 

La analogía más cercana acerca de lo que representa la admiración en la mirada que el filosofo debe tener del mundo es, la actitud de un niño que  todo lo tienen por descubrir. Todo es nuevo para él. 

Platón  decía al respecto: “La primera virtud del filósofo es admirarse.  (Thaumatzein)

Admirarse  es,  pues:

“Sentir esa divina inquietud”, que hace que donde otros pasan tranquilos, sin

ver nada, sin encontrar nada que les llame la atención, el filosofo encuentra distintos perfiles de la realidad y sus manifestaciones.

Ello implica que:

El que tiene una disposición filosófica esta siempre inquieto, intranquilo, percibiendo en la más mínima cosa problemas, arcanos, misterios, incógnitas, que los demás no ven.

Por tal razón podemos decir que: “Aquel, para quién todo resulta natural, para quién todo resulta muy difícil de entender, para quién todo resulta obvio, ese no podrá nunca ser filósofo”.

Admirarse como aproximación  a concepto.

          Admirarse es una fundamental disposición para la filosofía. Es asumir     la disposición como la capacidad de problematizarlo todo, de convertirlo todo en problema.*1

3.3. Espíritu de Rigor

Una segunda disposición que debe contener el trabajo filosófico, es la que podemos llamar -Espíritu de rigor-. Es decir, la exigencia de rigor, de exactitud.

Desde esta perspectiva podemos decir que La Juventud es la mejor edad para comenzar a filosofar. (Emprender el camino del filosofar).

Desde esta perspectiva puede decirse que el joven tiene una condición de  buscar mayor rigor, porque no ha pasado, en las cosas del espíritu por movimientos falsos o mal hechos. El viejo, dada su experiencia posee un escepticismo no suele poseer el carácter de la rigurosidad.

Dada la condición de rigurosidad  es necesario apartarse  de dos posiciones que generalmente encontramos.

La primera, las posiciones más cómodas pero inútiles de las tradiciones y la llamada sabiduría popular.

Segunda, También es necesario distanciarse del defecto contrario; es decir, figurarse que la filosofía tiene que hacer como las ciencias, que la filosofía no puede ser sino la síntesis de los resultados obtenidos por las ciencias positivas.

Muchas veces encontramos que científicos, sin preparación, más allá del contenido de su especialización, hacen el ridículo cuando pretenden hacer filosofía; o pretender estar habilitados para hablar de todo tema basado en su fotografía de sabio. ¡Zapatero a tu zapato!

¡La filosofía no es ciencia! Es una disciplina rigurosa, difícil como la ciencia. No es ciencia y se diferencia de ella en su propósito y método. En este sentido, la Filosofía se ocupa de cualquier objeto en general.

Nota;





(*1). Entendemos por, “problematizarlo” todo, “convertir todo en –problema-”, es una formulación de carácter técnico que no debe leerse en un sentido corriente o popular.

 

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