sábado, 23 de mayo de 2020

De la bestia al hombre en un verso de Calderón



Lecturas
Luis E. Villegas N.

 Un tema clásico lo encontramos tanto en la literatura cristiana, en autores como  Freud o Hegel, como en las relaciones sociales establecidas durante el largo período de la edad media: es el tema del reconocimiento del otro, la otredad. En uno de los versos de “La vida es sueño”, de Don Calderón de la Barca (1600-1681) le encontramos, pero como aspecto colateral, casi desapercibido frente al eje central de la obra. Queremos develarlo y hacer una lectura desde el sentido o las disonancias que expresa dicho verso.

La obra de nuestro autor se encuentra atravesada por líneas que convergen en su momento, desenvolviendo  la trama de la narración. Una de ellas está representada por el personaje Rosaura. Con ella se  inicia la narración y se la representa viajando fueran de su patria para vengar la ofensa que le hiciera el príncipe, quien no cumplió su palabra de casamiento. Otro es el rey Basilio, creyente y estudioso del cielo y de los astros, quienes le anunciaron que su hijo sería un gobernante cruel y despiadado con su pueblo. Por esta razón hace construir una torre donde encierra al hijo desde su nacimiento hasta que se hace hombre. Clotaldo es el viejo que ha cuidado prácticamente a lo largo de toda su vida, la reclusión de Segismundo, el hijo del rey. Más tarde descubrirá, viviendo todos éstos años sin saberlo, que es el padre de Rosaura. Otros personajes entran en escena, pero con menos impacto en la obra, para el tema que nos interesa, haciendo hilar o cohesionar los distintos cabos sueltos de la narración.

El verso que motiva el presente artículo, forma parte de la descripción del encuentro entre Segismundo y Rosaura. Ocurre en la torre donde éste se encuentra recluido. Por instrucción expresa del rey, ninguna persona, a excepción de Clotaldo, quien es  el que le atiende, podía conocer ni ver a su hijo recluido en la torre. Rosaura, que perdida su cabalgadura y en medio de un bosque camino al país donde cobrará su ofensa, llega por accidente a la torre de acceso prohibido. Segismundo no ha visto jamás a otra persona, salvo el viejo que le cuida y que gracias a él tiene noticias o indicaciones de un mundo exterior desconocido para él.

En el verso se describe un hecho simple pero lleno de significación. Antes de entrar en él, hagamos una especie de preámbulo que nos servirá para contextualizar el verso en cuestión. Veamos a Segismundo haciendo una reflexión sobre la vida; es allí donde Rosaura se topa con él, en pleno momento en que pronuncia un discurso lleno de lamentaciones por lo que vive y por su incierto destino. Segismundo pregunta, para cerciorarse que no está sólo, “¿quién es el que anda allí?” Y confirma que la presencia de ese alguien no es su conocido celador sino otra persona.

El soliloquio de Segismundo es un cuestionamiento a su suerte y una interpelación a su destino. En primer lugar, se interroga por el delito que ha cometido y concluye que es el del nacimiento: “...pues el delito mayor / del hombre es haber nacido”. Esta idea tiene su origen en el mito cristiano del pecado original. Podemos observar aquí y en el resto del discurso, la estructura lógica, característica del razonamiento medieval y su esquema silogístico. Seguidamente se  interroga porqué él tiene que llevar la vida que lleva, si todos los hombres nacieron con el mismo delito. Es la reflexión del sí mismo frente a los otros, la idea implícita de la igualdad. Siguiendo este mismo orden jerárquico compara su ser con el resto de los seres que conforman la naturaleza. Al referirse a las aves nos dice, ¿y teniendo yo más alma/tengo menos libertad?”. Del mismo modo, al analizar a las bestias, los brutos afirma, ¿y yo, con mejor instinto, / tengo menos libertad?”. Continua con los animales marinos, el pez, y nos dice, ¿y yo, con más albedrío, / tengo menos libertad?”; finalmente se refiere al paisaje natural y concluye, ¿y teniendo más vida, / tengo menos libertad?”.

Del texto podemos inferir que alma, instinto, albedrío y vida, son condiciones inherentes o atributos del ser humano; sin embargo, la libertad no lo es. Esta es la conclusión de Segismundo: a pesar de poseer estos atributos no tiene libertad, por tanto aquella es una condición que se alcanza o se conquista. En este sentido podemos decir que la condición humana, aun en el caso de Segismundo, no se pierde a pesar de haber sido recluido, reducido desde su nacimiento a la condición de bestia. El fenómeno del despertar o la resurrección a lo humano se activa a partir de un resorte: la presencia o el reconocimiento del otro, de lo otro. He allí el quid del verso de Calderón del cual hemos referido y que a continuación explicitamos.

Al encarar a otro ser Segismundo sufrirá una transformación. Es una experiencia que no había  imaginado y que jamás le había ocurrido. Pregunta ¿quién es? y ante la respuesta que recibe, responde amenazando con la muerte. Rosaura, con gran aplomo y la altivez de una princesa responde a la amenaza con voz tranquila y firme. En primer lugar, le interpela su sentido humano, en una afirmación que al mismo tiempo es interrogativa: “Si has nacido / humano...”. De esta manera establece la premisa a la cual completa su consecuencia: “...baste postrarme / a tus pies para librarme.” La respuesta a la agresión ha sido respondida en su forma clásica: premisa, consecuencia. Aquí nos encontramos frente a uno de los problemas fundamentales de la época: la relación que esa sociedad establece, la norma de funcionamiento entre los hombres. Postrarse ante otro es reconocer como dueño o amo al hombre o mujer ante el cual uno se postra. Es la proyección de Dios sobre el Rey. La configuración de la relación amo-esclavo.

Es  a partir de ese concepto desde el cual Rosaura habla, y en ese lenguaje se expresa el modelo de  relaciones que se ha establecido desde el poder y que se hace cultura dominante. Ella es súbdita de un Rey al cual se le debe rendir obediencia y sumisión, así como también a la estructura piramidal del poder. Rosaura está apelando a la moral que debe poseer todo ser que se constituye por encima del otro, del dominador, del amo: reconocer al súbdito, reconocer en el otro su condición de vasallo y por tanto se establece un deber con él. Rosaura reconoce en Segismundo el poder, la fuerza. Al mismo tiempo, descubre su propia debilidad. En consecuencia asume la ley, la costumbre, la cultura establecida de una época, de un tiempo histórico. Por tanto, su respuesta es: “justo postrarme a tus pies para liberarme...”; es decir, reconoce la supremacía del poder del otro.

Ante tal respuesta Segismundo queda totalmente fuera de su propia lógica; la lógica del bruto, de la bestia, a la cual ha estado sometido durante toda su vida en el encierro en que ha vivido. Se produce una turbulencia que sacude toda su existencia, todo su piso existencial. Ocurre el fenómeno que implica la trascendencia humana, que define lo humano;  Segismundo sin saber cómo,  ni a partir de qué momento sufre o comienza un proceso de trasformación: ¡se encuentra frente al otro..., reconociéndolo y al mismo tiempo reconociéndose! Ante la respuesta de Rosaura, Segismundo responde y en ella manifiesta todo el sentido humano de la metamorfosis por él sufrida. Es decir, del paso de condenado a ser bestia a convertirse en hombre: «Tu voz pudo enternecerme, / tu presencia sorprenderme, / y tu respeto turbarme». Tenemos pues que voz, presencia y respeto representan la tríada calderoniana transformadora del hombre bestia en ser humano.

Las implicaciones de la tríada no son otras que: “enternecerme, suspenderme, turbarme”. El hombre bestia representado en Segismundo, se enternece al oír la voz de Rosaura, una voz femenina. Podemos leer el hecho en una doble dimensión: por un lado, el emerger lo humano en un ser primitivo,  y por el otro, lo femenino como materia prima del acto de creación, de transformación o resurrección. “Tu voz pudo enternecerme...” dice Segismundo; y ese hecho no es más que la bestia dejando de ser bestia. En ese ser opera la ternura trasformando la bestia. Podemos recordar en este detalle a Nietzsche. Es la voz, el sentido de la voz la que opera: ¡Son los sentidos reafirmando la vida!

La otra expresión de Segismundo es “tu presencia suspenderme...”, y aquí el verbo suspender es aplicado con todo el sentido que contiene una de sus acepciones: “privar a uno de su destino momentáneamente”.  Presencia frente al otro; no es sólo la voz que escucho; es la presencia del otro o de lo otro como ente real, tangible, material, concreto. Es la verdad develada como un factum; es la presencia del otro lo que hace que la verdad se despliegue en la realización del acto humano, en el acto de constituirse Hombre.

El reconocimiento del otro, de lo otro es entonces el resorte que imprime el sello de lo humano. Este hecho nos lleva a el conocimiento del sí mismo a través de una dialéctica donde el otro, lo otro, se  devela también reconociéndose. En esa dialéctica la libertad se despliega, y en consecuencia, el hecho humano se hace presente, se realiza.

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