Luis
E. Villegas N.
La
noticia me impactó, estaba frente a la computadora abriendo un portal de
noticias. La nota que encabezaba la página informaba que Osvaldo Bayer, el
legendario historiador y militante anarquista, había dejado de vivir en su
Argentina de la “Patagonia rebelde”, el lunes 24 de Diciembre 2018.
Hay hombres cuyas obras trascienden su propio
espacio y tiempo, Osvaldo Bayer fue uno de ellos. Hablar del Movimiento Obrero,
de los trabajadores, de las luchas por la emancipación obrera en Sudamérica, es
hablar de Osvaldo Bayer. Sean éstas líneas que siguen, escritas a modo de testimonio y con toda mi admiración, un
sencillo reconocimiento a ese hombre que
estuvo a la altura de su historia y su circunstancia.
Osvaldo Bayer (1927-2018), fue un anarquista
argentino, escritor, periodista, y sobre todo un militante de la revolución
mundial. Estudió historia en la Universidad de Hamburgo. Alemania (1952-1956).
Investigó sobre la historia Argentina. Ejerció el periodismo: trabajo en los
diarios Noticias Gráficas”. Esquel de la Patagonia. Clarín. Funda el diario La
Chispa en 1958. Fue Secretario General del Sindicato de la Prensa entre 1975 y
1983. Perseguido y amenazado por la AAA (Alianza Anticomunista Argentina), dirigida
por López Rega, durante el gobierno de María Estela de Perón, le obligó a vivir
exilado en Alemania entre 1976-1983.
Estaba llegando a los tiempos de mi veintena
juvenil; muchacho del interior, recién
llegado a Caracas en busca de un futuro, la ciudad generosa abría infinitas
posibilidades de mundos para optar y escoger caminos por donde enrumbar esa
vida que iniciaba. Llegaba a estudiar en la ETI de los Chaguaramos y a vivir en
el barrio La vega de Caracas.
El sentido de justicia y libertad se me hicieron
presentes siendo muy joven, eran mis años de secundaria en una escuela
industrial de una ciudad del interior. Descubrí el Movimiento Obrero en mi
veintena, al llegar a Caracas a estudiar en la Escuela Técnica. Ello hizo
acrisolar mi sentido y mi conciencia de la justicia. Dos hechos marcaron ese
sentido, definiendo mi vida y mi historia personal, así como el curso militante
con que luego la recorrería: primer hecho, los muchachos zapateros del barrio
el cementerio que se reunían en la JOC; segundo, la imagen de movimiento de los
trabajadores rurales anarquistas argentinos que se nos mostraba en la obra de
Osvaldo Bayer, “La Patagonia Rebelde”.
Fue el tempo de Wuytac, el cura rebelde, la acción
de barrio popular, de marchas, huelgas y
desempleados encadenados como forma de protesta. Allí crecieron muchos
dirigentes que soñaron “conquistar el cielo por asalto”. Alí Gómez (Alicate),
con su motoneta y el letrero en la caja:
“El médico de los pobres”; reclutaba chamos para el movimiento revolucionario.
Nos seleccionaban según el perfil; a mí me ubicaron con los cristianos y me
vincularon con Ernestito Herrera y la izquierda cristiana en un grupo de la
Vega. Participe con ellos hasta que salí de la técnica y comencé a trabajar;
pasaba poco tiempo en el barrio y me fui vinculando a los sindicatos y a la
dinámica de los trabajadores. Seguimos en contacto, pero en el barrio no había
espacio para la acción obrera.
El inicio de los setenta fueron años de mucha
efervescencia política e ideológica; era la vuelta de la izquierda al
“movimiento de masas” después del agotamiento político de la línea
insurreccional. Podríamos decir que el momento lo caracterizaba un pequeño
Movimiento Obrero y la radicalidad ideológica. A nosotros “La Patagonia Rebelde” nos hizo redescubrir
contenidos obreros, nos planteó el sentido de la lucha obrera, su carácter
autónomo y libertario. Nos dimensionó nuestra militancia y nuestro contexto
obrero. Una visión que vino a complementar la que teníamos a partir de los
curas obreros y los sindicatos clasistas de base, con los grupos de zapateros
de Catia, el Cementerio y los obreros de la zona Industrial de la Yaguara.
Recuerdo que un grupo de la JOC fuimos a ver la
película. En una escena de la trama, donde estaban el gobierno, los militares y
la burguesía agraria argentina en una fastuosa comida; grita Valentín Gonzales a todo pulmón:
-“¡Naguara… y nosotros que comemos donde Ángelo!”. Se refería Valentín al restaurante del barrio El Guarataro, cuyo
dueño era un italiano donde comíamos cuando íbamos a las reuniones de la JOC. Apareció el libro donde Sergio, el librero del
sótano del Centro Simón Bolívar. ¡Me bebí el libro de un tirón!
Desde ese
momento comenzó a ser cercano a nosotros el nombre de Osvaldo Bayer aportando,
a pesar de su especificidad, otra
dimensión del Movimiento Obrero al caso venezolano, redimensionando sus hechos
de vida cotidiana y de lucha. Esa visión nos impactó más allá que cualquier
tratado de sociología.También es cierto que vivíamos el período que
llamaron de “huelgas salvajes”; período importante de nuestra historia obrera
que debe analizarse. Una consigna de partido reflejaba el clima ideológico:
“Tras cada huelga asoma la revolución”.
Allí se expresaba la dinámica de lucha contra la burocracia sindical de
la CTV y la patronal; se decía de esa clase social sindical que hasta había
dirigentes que tenían leones como mascotas en su casa.
La fuerza de la dinámica de base reconstruía el
Movimiento Obrero, cuya impronta pareciera ser comenzar de nuevo frente a las
traiciones a los trabajadores y las coyunturas históricas y políticas. Podemos
decir con toda propiedad que el fruto de
la militancia política y obrera de Osvaldo Bayer trascendió su Argentina
Rebelde. Su legado pertenece a todo el Movimiento Obrero y Libertario
Internacional.
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