sábado, 23 de mayo de 2020

¡Todo el poder a la Asamblea!



Crónica Banana City
Luis E. Villegas N.

El Youtong se convirtió en el ente que acrisola la vida de la comunidad;  y la plaza el espacio social donde se ejerce la ciudadanía.  

Y tenía que ser así, dado que el Youtong representa la –mediación- de la relación capital-trabajo, y la plaza la expresión de las relaciones sociales del pueblo.


 Todos los días a las 6 am el Youtong debe salir  con su carga de 130 pasajeros apilados unos contra otros, espalda contra espalda. Unos van parados en medio del pasillo y los otros también parados,  pero entre el espaldar del puesto del frente y las rodillas del vecino que va sentado, claro, se permite porque somos todos “pasajeros exclusivos” del único autobús del pueblo y la necesidad obliga.

 -¡Colaboren con sus compañeros para que no se queden!

Grita el chofer, buscando hacer un poco más de espacio para lograr meter algún otro que no puede llegar tarde al trabajo y “darse el lujo” de exponerse a que lo boten.

Agradecidos unos y “arrechos” otros,  se inicia la jornada del proletariado del pueblo camino hacia la ciudad vecina; allí, el Youtong ira esparciendo, tras cada parada, a las mujeres que trabajan por día en casas de  familia; así como a jardineros, albañiles, “maiceros”, vendedores de “cualquier cosa”. O los que van tempranito a buscador tickets de la cooperativa para encontrar algún producto subsidiado, o alguna verdura  “p´a un sancocho”.  También están, aunque son pocos, los “trabajadores no informales”; es decir, el proletariado estructural e integrado al  “modo capitalista de producción formal”: vendedores de tiendas; trabajadores de comidas y ferias, algún empleado del estado y los menos numerosos, algunos obreros de las desiertas zonas industriales.

El problema no es ir apilado como un “bulto” en un autobús con sobrepeso, para hacer un recorrido de aproximadamente 30 Km. El problema  está en lograr estar dentro de los primeros 130 pasajeros que cargará el Youtong. Así pues, desde las cuatro de la mañana (y antes también) comienzan los pobladores de pueblo aglomerarse en la plaza, que es donde está “la terminal”, allí, al costado de la plaza, desde  donde se ve el busto del libertador y que pareciera decirnos: -“Sois los hijos de Bolívar, el hombre de las dificultades, de que os quejáis”. Así pues, es el comienzo del día; es la lucha cuerpo a cuerpo por conquistar el espacio social y por la supervivencia.

Por supuesto, la batalla final se inicia a la llegada del Youtong, nadie quiere quedarse fuera. Hacer una fila por orden de llegada parece ser algo sencillo; sin embargo, la idea que tiene la gente en torno a la fila lo hacía sumamente complejo. La situación que se presenta es que Ud. podía llegar a las 5 am a la plaza y hacer su cola y por la gente que se encontraba en ella pensaba que podía irse en el youtong de las 6 am; pero al final Ud. se quedaba sin viajar.

  -¡La fila se reproduce!, decía Martina.  La gente tiene como costumbre “guardar el puesto”. Se le guarda a un familiar, a un amigo, a la comadre, etc. y la gente dice que “esto no es colearse”.  También existe la costumbre de “marcar el puesto”: la gente viene temprano, marca el puesto en la fila y se regresa a su casa a “terminar el oficio”, o “arreglarse para salir” y luego va a ocupar su puesto marcado en la fila. Por supuesto que esta también el “vivo” que nunca falta y que siempre se va de primero.

El problema se agudizó y la trifulca mañanera obligo abordar el problema. Se convocó a una “asamblea de ciudadanos” un domingo por la tarde en la plaza.  Se debatió el problema identificando el problema principal después de varias acaloradas intervenciones: la falta de otro autobús (que antes teníamos y nos fue quitado para  llevarlo a “otra población”).

 La solución que se encontró fue que un grupo de vecinos se encargaría de ordenar la cola a través de números y un listado. Se inicia la entrega de los tickets a las 4am  y se normó los criterios para hacer la cola: los adultos mayores con problemas tendrían preferencia junto con las personas discapacitadas; los otros, los “adultos-mayores-mejorados” harían su cola con el resto de la gente. No se permite dar ni guardar cola a otras personas, sean familiares o amigos. No se permite marcar el puesto en la fila; en resumen, al igual que el voto democrático, una persona un ticket. Los “ordenadores de  fila”, entregan, recogen y elaboran lista de pasajeros. A modo de colaboración se estableció “para los muchachos” una donación de 100Bs por ticket, “no obligatorio”.

Las reacciones no se hicieron esperar y se pusieron de manifiesto las dinámicas internas que existen en la comunidad, con sus contradicciones y visiones políticas diferentes. Alguien denunció que se había aumentado el precio de Youtong en Banana City. La reacción de las autoridades, de arriba, del Estado, no se hizo esperar y produjo una reacción en cadena “aguas abajo”. Después de un tiempo de rumores, dimes y diretes entre los políticos y los vecinos se convocó a una nueva “asamblea de ciudadanos” donde participaron las autoridades.

La asamblea de ciudadanos se preparó; hasta sacaron un equipo de sonido que instalaron en la calle y le colocaron un micrófono. Los “muchachos”, como les llama la gente, fijaron su posición y reafirmaron los acuerdos que se habían tomado en la asamblea anterior; además pidieron la opinión de la gente si estaban de acuerdo y todos aprobaron.

Luego intervinieron los representantes del gobierno en su expresión de los personeros de la “junta parroquial” del pueblo, más algunos otros que fungen de dirigentes pagados por la alcaldía y gobernación, que ganan sueldos del estado y los mueven en tareas del partido bajo la figura de “comisiones de servicio”. Los vivos (representantes de gobierno local) pusieron hablar a los “pendejos”, porque tenían temor y sabían que no eran bien visto por la gente. Una muchacha habló en nombre de la alcaldía y dijo que  aceptaban todas las decisiones pero con la salvedad que se eliminara la comisión de los muchachos, y éste trabajo sería asumida por la alcaldía, además se eliminaría el pago o donación a los muchachos. La reacción de la asamblea fue unánime: la pitaron, la abuchearon, no la dejaron que terminara de hablar.  La gente reacciono porque todos ellos reciben un sueldo y no se ve lo que hacen por el pueblo.

Los más zorros de los “dirigentes” cambiaron la táctica. Uno de ellos tomó la palabra y denunció, tomando la precaución de decir que se rumoraba, pero insistiendo como si fuera verdad.

- ¡Están bachaqueando con los tickets; decía insistentemente!
 -¡Sí en la autopista cobran 5 mil el pasaje, que se venda por 2 o 3 mil el ticket es negocio!; decía el “dirigente popular”. 

La gente reaccionó nuevamente, un vecino tomo la palabra y planteo que no se podía discutir en base a rumores; que se manifestara la persona que había visto el hecho; por supuesto no había nadie que confirmara lo denunciado. El zorro dirigente, ni corto ni perezoso, reafirmo que era un rumor y lo decía para que tuviéramos cuidado; es decir, daba un consejo a la asamblea.

Al final, una señora de la alcaldía que vive en el pueblo, nueva en estos menesteres, dio sus impresiones personales a partir de las informaciones que tenía. Su discurso fue interrumpido varias veces y llego al final gracias a una vecina que intervino pidiendo que se le escuchara para que después no dijeran que no la habían dejado hablar.  Entonces la señora dijo que la colaboración a los muchachos implicaba un aumento al subsidio del autobús no autorizado por la Gobernación y la política del gobierno central. Ese hecho podría poner en peligro el servicio de transporte con el Youtong en el pueblo.- Esto es lo que piensan las altas personalidades del gobierno. Además lo había oído de  un representante del transporte de la gobernación.

Lo dicho por la señora era una especie de información que hizo de buena voluntad, no tenía el tono del político profesional, era como dando un aviso de alerta a la comunidad. Una voz desde  la asamblea interrumpió diciendo: -¡Que venga, entonces el Gobernador y el Alcalde y no los diga! aquí. Al final, la señora expreso que si esa era la decisión de la asamblea, que se respetara porque el pueblo es el que manda. La gente no cambió su postura a pesar de las amenas y con la frase final del discurso la asamblea la aplaudió.

¿Cuántas reuniones escuálidas en participación y sin entusiasmo hemos visto en nuestras comunidades?  ¿Cuantas reuniones con una agenda marcada por el dirigente del partido o el funcionario de gobierno, en un mono-discurso que expresa la línea del partido o de la administración del gobierno frente a una comunidad que aplaude y espera la dadiva correspondiente?  La asamblea de ciudadanos fue realmente una asamblea popular. La gente no espero que llegara la solución del cielo o de arriba de la administración. Encontró en su seno una solución aún cuando ella iba contra la norma o el principio. La asamblea no se amilanó ante las amenazas, como tampoco se dejo engañar por la jugada tendida por el zorro dirigente.

 La reunión de la plaza fue realmente una “asamblea de ciudadanos”; con voz propia y autonomía de pueblo que nos hace decir, como en los grandes hechos históricos revolucionarios: “¡Todo el poder a la asamblea!”






5 comentarios:

  1. buen escrito, tomado de la realidad cotidiana, buen estilo, claridad ideologica en el dia a dia. Saludos desde Caracas. Alberto Guedez 16/02/2018

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  3. Muy buena crónica. Nos muestra un signo de autonomía, desde el hecho asumir los propios interese como pueblo, venciendo el chantaje. Tanto que nos faltan estos dignos para poder retomar y seguir construyendo lo que somos, con sentido profundo de dignidad y revolución. Ojalá encontremos más crónicas populares y obreras en este devenir que transitamos y que estamos construyendo ¡Saludos!

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  4. Un hecho de vida colectivo de un pueblo que expresa su sabiduría.

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