sábado, 23 de mayo de 2020

La FILVEN llego al pueblo.


          Luis E. Villegas N.



Por radio mundial.  Juan Parodia, alcalde del municipio Meña, informó que es la primera vez que la Filven está en la ciudad. "Este es un capítulo que estamos escribiendo y leyendo. Un pueblo en movimiento que comparte un sueño, el de liberarnos desde el conocimiento y el crecimiento en conciencia. Estamos felices porque el pueblo accedió al libro y la poesía"

       Las tres y treinta de la mañana y ya la esquina de la plaza estaba poblada por un grupo de vecinos que han venido a marcar un puesto en la fila que les permita obtener un número,  para poder viajar en el primer youtong con destino a la ciudad vecina.

     - “Son las tres y media de la mañana y me correspondió el número treinta y siete, comentó un vecino. Los ocho puestos preferenciales destinados a los de la tercera edad, ya están agotados. La salida está pautada para las 6 de la mañana; sin embargo, es rara la vez que el youtong sale a esa hora...  A las 5 de la mañana reparten los números del primer viaje y a las seis para los del segundo.  Repartidos los números los vecinos cercanos a la plaza regresan a sus casas, el resto quedan a la espera, sentados en las aceras de alrededor de la plaza, y se ubican donde  haya luz.

     Los diálogos entre los vecinos son múltiples y diversos, los temas son de lo más variados, por lo general hacen referencia a la realidad que golpea inclemente: el transporte poco y costoso; la comida por las nubes, si es que se encuentra; el que va a trabajar son muchas las veces que no logra llegar a tiempo; la jornada de trabajo se hace más larga con esta “madrugadera”... y hasta un tema nuevo se incorpora: ¡La FILVEN llego al pueblo!

     El más entusiasmado es Joseíto, el hijo de la señora Esperanza; claro su mamá trabaja en la Alcaldía y a los trabajadores el Alcalde se les dio un bono de 500 mil bolívares para comprar libros y con descuento. –“Todo estará muy bonito”, decía. –“Con los artistas, la orquesta sinfónica, las danzas, que se van a presentar”. ¡El Alcalde se botó! , afirmaba con entusiasmo.

     El clima que se respiraba era de fiesta; sin embargo, no todos opinaban igual. Ricardo, en un comentario picante decía: -Esta es una actividad que pertenece a la burocracia cultural, son  políticas del gobierno de eso que llaman cultura; es decir, una actividad donde se agrupan y concurren la “gente de la cultura”, donde por lo general se despliegan “poses”, relaciones”, -“aquí estoy yo si no me han visto”; “búsquedas de oportunidades”, exhibicionismo”, cazar algún cargo o recomendación comercial….”

     Otros opinaban distinto. Daniel decía: -“Pero no hay que olvidar”, que este evento es producto de una confrontación política, los otros sectores del chavismo hacen todo para frenar los desarrollos políticos y así ellos tener oportunidad de volver a estar en el poder. Yo valoro que los organizadores son gente del propio pueblo; que tiene tiempo luchando y luego de  negociaciones (políticas), hoy ocupan espacios importantes en la Alcaldía del pueblo; subordinados, por supuesto, como corresponde a éstos casos y a las negociaciones políticas desde el centro del poder, desde la capital del estado y su gobernación. Es la real-politick, ¿qué le vamos hacer?

     Nos cuenta Eduardo: - » resulta entonces que estando en uno de los pasillos de la Alcaldía,  miraba distraídamente a una muchacha que contemplaba algo en la pared del edificio, ¿algún cuadro?... No lo recuerdo ahora.   Lo cierto es que la imagen que emergía en el pasillo me recordó una conversación con el señor Luis, cuando describía su pasada de adulto por la Universidad y su singular pasillo de «Filosofía y de Letras».  Contaba don Luis:

      –“florecían muchachas vestidas de negro y botas de seguridad o montañeras, con cortes de pelo muy particular y teñido de colores llamativos; algunas a modo de prendas decorativas portaban collares y pulseras hechos con cadenas de bicicletas. Resultaba una estética tan distinta a las muchachas de mi generación, -Decía don Luis-,  que vestían sandalias y largos vestidos o blusas multicolores con largas cabelleras que suelto o recogidas en una larga trenza, cubrían sus espaldas; era una juventud que con sus ideales a cuesta, aspiraban a una vida simple y vuelta  a la naturaleza, llevando consigo la consigna del mayo del 68, que perduraría tiempo después y que se había hecho popular: «paren el mundo que me quiero bajar... ».

     Eduardo continúa contando la historia:

     “A Adriano González León lo veíamos dar clase con las puertas abiertas del salón, de manera que no le sirviera de obstáculo en sus recorridos entre el escritorio y el filtro de agua que estaba colocado en el pasillo... Salíamos caminando hasta la plaza Venezuela a tomar el metro, y en el recorrido marchaba adelante Adriano tomado de la mano con una de esas muchachas vestidas de negro y collares de cadenas de bicicleta. Mi Camarada, compañero de clases, profesor de matemáticas, que luego abandono, la Filosofía, la Universidad y también a Caracas, por ir tras una muchacha que se marchó a Mérida;  me dijo: “¡Luis –échale bolas para que tengas la suerte de Adriano!”-

     Pues bien, continuó Eduardo, nuestro objetivo óptico lucía pantalón «blue jem » con adornos y botas montañeras tipo «frasani»; por supuesto, la bota del pantalón se ocultaba dentro de la bota montañera. Su blusa estaba cruzada por las tiras del morral negro que portaba; llevaba pelo con un corte bajito, que al mostrarse de perfil izquierdo, su cabellera resultaba rasurada por encima de su oreja, adornada con pircens, destacando una serie de líneas construidas en el mismo corte.

     La voz del poeta Gabriel rompió la contemplación del aparente paisaje urbano que se vivía en el edificio. Dijo, desde el otro extremo del pasillo: -“Alberto, ven para que conozcas a Sol”, y señalo a la muchacha. Al acercarme, tras mi «miopía negativa», las imágenes se fueron haciendo más nítidas y emergieron los perfiles humanos. - »Alberto,     -dijo el poeta Gabriel, -¡Ella es Sol!, - “escritora y uno de sus libros va a ser presentado en la Feria”. Se trataba de  «Percusión y tomate»

      »Enseguida reconocí el título, dijo Alberto, - »ese fue el último libro que compre en mi viaje a Caracas. Comencé a leerlo, -dijo -, pero debí dejarlo por el enredo existencial y de supervivencia que ahora nos ahoga y nos hace consumir mucho tiempo.  –» ¡Tiene un cruce impresionante de imágenes con los cuales se inicia la novela...!”.  –Alcancé a decir. - Dijo Alberto- - Sol abrió los ojos y me miró de manera escrutadora, como diciendo: -“Continúa, no te quedes ahí petrificado en esa frase...”

      - “Del resto del encuentro,- continuó diciendo Eduardo, - fue un contrapunteo de frases inconexas relativas a la literatura, obras y autores. Frases que expresábamos, cual palomos que alardea alrededor de la paloma; frases  que al final no decían nada, salvo buscar impresionar a la escritora”.

      Serían las cuatro y media de la mañana en la plaza del pueblo cuando la gente comenzó a dispersarse. Ya no había número que valiera  para montarse en el youtong. Las calles comenzaron a poblarse de vecinos que entre lamentos y comentarios regresaban a sus casas. El youtong no trabajaría ese día, estaba en Caracas, venía de regreso de un viaje transportando gente para un acto del Gobierno. Lo informaron unos vecinos que trabajan para la Alcaldía,  son los que reparten los números para tomar el youtong. ¿Mañana será lo mismo...?

     En esta oportunidad la actividad de la cultura traída al pueblo estaba representada en una FILVEN. Pero, ¡ojo!,  no cualquier FILVEN. ¡Era una FILVEN sin libros y sin lectores! Pero eso sí, con «Farruco y todo»; además sin youtong. ¡Otra vez será!

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