Luis E. Villegas N.
Por
radio mundial. Juan Parodia,
alcalde del municipio Meña, informó que es la primera vez que la Filven está en
la ciudad. "Este es un capítulo que estamos escribiendo y leyendo. Un
pueblo en movimiento que comparte un sueño, el de liberarnos desde el
conocimiento y el crecimiento en conciencia. Estamos felices porque el pueblo
accedió al libro y la poesía"
Las tres y treinta de la mañana y ya la esquina de la
plaza estaba poblada por un grupo de vecinos que han venido a marcar un puesto
en la fila que les permita obtener un número, para poder viajar en el primer youtong con
destino a la ciudad vecina.
- “Son las tres y media de la mañana y me correspondió el
número treinta y siete, comentó un vecino. Los ocho puestos preferenciales
destinados a los de la tercera edad, ya están agotados. La salida está pautada
para las 6 de la mañana; sin embargo, es rara la vez que el youtong sale a esa
hora... A las 5 de la mañana reparten
los números del primer viaje y a las seis para los del segundo. Repartidos los números los vecinos cercanos a
la plaza regresan a sus casas, el resto quedan a la espera, sentados en las aceras
de alrededor de la plaza, y se ubican donde
haya luz.
Los diálogos entre los vecinos son múltiples y
diversos, los temas son de lo más variados, por lo general hacen referencia a
la realidad que golpea inclemente: el transporte poco y costoso; la comida por
las nubes, si es que se encuentra; el que va a trabajar son muchas las veces
que no logra llegar a tiempo; la jornada de trabajo se hace más larga con esta
“madrugadera”... y hasta un tema nuevo se incorpora: ¡La FILVEN llego al
pueblo!
El más entusiasmado es Joseíto, el hijo de la señora Esperanza; claro su mamá trabaja en la Alcaldía y a los trabajadores el Alcalde se les dio un bono de 500 mil bolívares para comprar libros y con descuento. –“Todo estará muy bonito”, decía. –“Con los artistas, la orquesta sinfónica, las danzas, que se van a presentar”. ¡El Alcalde se botó! , afirmaba con entusiasmo.
El más entusiasmado es Joseíto, el hijo de la señora Esperanza; claro su mamá trabaja en la Alcaldía y a los trabajadores el Alcalde se les dio un bono de 500 mil bolívares para comprar libros y con descuento. –“Todo estará muy bonito”, decía. –“Con los artistas, la orquesta sinfónica, las danzas, que se van a presentar”. ¡El Alcalde se botó! , afirmaba con entusiasmo.
El clima que se respiraba era de fiesta; sin embargo,
no todos opinaban igual. Ricardo, en un comentario picante decía: -Esta es una
actividad que pertenece a la burocracia cultural, son políticas del gobierno de eso que llaman
cultura; es decir, una actividad donde se agrupan y concurren la “gente de la
cultura”, donde por lo general se despliegan “poses”, relaciones”, -“aquí estoy
yo si no me han visto”; “búsquedas de oportunidades”, exhibicionismo”, cazar
algún cargo o recomendación comercial….”
Otros opinaban distinto. Daniel decía: -“Pero no hay
que olvidar”, que este evento es producto de una confrontación política, los
otros sectores del chavismo hacen todo para frenar los desarrollos políticos y
así ellos tener oportunidad de volver a estar en el poder. Yo valoro que los organizadores son gente del propio
pueblo; que tiene tiempo luchando y luego de
negociaciones (políticas), hoy ocupan espacios importantes en la
Alcaldía del pueblo; subordinados, por supuesto, como corresponde a éstos casos
y a las negociaciones políticas desde el centro del poder, desde la capital del
estado y su gobernación. Es la real-politick, ¿qué le vamos hacer?
Nos cuenta
Eduardo: - » resulta entonces que estando en uno de los pasillos de la
Alcaldía, miraba distraídamente a una
muchacha que contemplaba algo en la pared del edificio, ¿algún cuadro?... No lo
recuerdo ahora. Lo cierto es que la
imagen que emergía en el pasillo me recordó una conversación con el señor Luis,
cuando describía su pasada de adulto por la Universidad y su singular pasillo
de «Filosofía y de Letras». Contaba don
Luis:
–“florecían
muchachas vestidas de negro y botas de seguridad o montañeras, con cortes de
pelo muy particular y teñido de colores llamativos; algunas a modo de prendas
decorativas portaban collares y pulseras hechos con cadenas de bicicletas.
Resultaba una estética tan distinta a las muchachas de mi generación, -Decía
don Luis-, que vestían sandalias y
largos vestidos o blusas multicolores con largas cabelleras que suelto o
recogidas en una larga trenza, cubrían sus espaldas; era una juventud que con
sus ideales a cuesta, aspiraban a una vida simple y vuelta a la naturaleza, llevando consigo la consigna
del mayo del 68, que perduraría tiempo después y que se había hecho popular:
«paren el mundo que me quiero bajar... ».
Eduardo continúa contando la historia:
“A Adriano González León lo veíamos dar clase con las
puertas abiertas del salón, de manera que no le sirviera de obstáculo en sus
recorridos entre el escritorio y el filtro de agua que estaba colocado en el
pasillo... Salíamos caminando hasta la plaza Venezuela a tomar el metro, y en
el recorrido marchaba adelante Adriano tomado de la mano con una de esas
muchachas vestidas de negro y collares de cadenas de bicicleta. Mi Camarada,
compañero de clases, profesor de matemáticas, que luego abandono, la Filosofía,
la Universidad y también a Caracas, por ir tras una muchacha que se marchó a
Mérida; me dijo: “¡Luis –échale bolas
para que tengas la suerte de Adriano!”-
Pues bien,
continuó Eduardo, nuestro objetivo óptico lucía pantalón «blue jem » con
adornos y botas montañeras tipo «frasani»; por supuesto, la bota del pantalón
se ocultaba dentro de la bota montañera. Su blusa estaba cruzada por las tiras
del morral negro que portaba; llevaba pelo con un corte bajito, que al
mostrarse de perfil izquierdo, su cabellera resultaba rasurada por encima de su
oreja, adornada con pircens, destacando una serie de líneas construidas en el
mismo corte.
La voz del poeta Gabriel rompió la contemplación del
aparente paisaje urbano que se vivía en el edificio. Dijo, desde el otro
extremo del pasillo: -“Alberto, ven para que conozcas a Sol”, y señalo a la
muchacha. Al acercarme, tras mi «miopía negativa», las imágenes se fueron
haciendo más nítidas y emergieron los perfiles humanos. - »Alberto, -dijo el poeta Gabriel, -¡Ella es Sol!, -
“escritora y uno de sus libros va a ser presentado en la Feria”. Se trataba
de «Percusión y tomate»
»Enseguida reconocí el título, dijo Alberto, - »ese
fue el último libro que compre en mi viaje a Caracas. Comencé a leerlo, -dijo
-, pero debí dejarlo por el enredo existencial y de supervivencia que ahora nos
ahoga y nos hace consumir mucho tiempo.
–» ¡Tiene un cruce impresionante de imágenes con los cuales se inicia la
novela...!”. –Alcancé a decir. - Dijo
Alberto- - Sol abrió los ojos y me miró de manera escrutadora, como diciendo:
-“Continúa, no te quedes ahí petrificado en esa frase...”
- “Del resto del
encuentro,- continuó diciendo Eduardo, - fue un contrapunteo de frases
inconexas relativas a la literatura, obras y autores. Frases que expresábamos,
cual palomos que alardea alrededor de la paloma; frases que al final no decían nada, salvo buscar
impresionar a la escritora”.
Serían las cuatro y media de la mañana en la plaza
del pueblo cuando la gente comenzó a dispersarse. Ya no había número que
valiera para montarse en el youtong. Las
calles comenzaron a poblarse de vecinos que entre lamentos y comentarios
regresaban a sus casas. El youtong no trabajaría ese día, estaba en Caracas,
venía de regreso de un viaje transportando gente para un acto del Gobierno. Lo
informaron unos vecinos que trabajan para la Alcaldía, son los que reparten los números para tomar
el youtong. ¿Mañana será lo mismo...?
En esta oportunidad la actividad de la cultura traída
al pueblo estaba representada en una FILVEN. Pero, ¡ojo!, no cualquier FILVEN. ¡Era una FILVEN sin
libros y sin lectores! Pero eso sí, con «Farruco y todo»; además sin youtong.
¡Otra vez será!
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